viernes, 28 de agosto de 2009

En la Facultad sólo se hablaba del gran acontecimiento del día: en un alarde de generosidad para con las clases bajas sin precendentes, a algún funcionario de vaya usted a saber qué órgano malsano de qué ministerio corrupto del gobierno se le había ocurrido la feliz idea de proyectar 'La Valkiria' de Wagner en unas enormes pantallas instaladas para tal efecto en plena vía pública. La obra se iba a representar en el palacio de la ópera, para la satisfacción de empresarios pudientes, aristócratas y políticos locales, que parecían haber acogido el asunto de la ópera como una novedad graciosa que contar después a las amistades. Mientras nosotros, pueblo llano y por más señas, estudiantes universitarios sin blanca ni oficio, nos habíamos encontrado de pronto con la posibilidad de asistir a una representación operística en riguroso directo, aunque fuera en una plaza atestada de ruidosas palomas. Previsiblemente el lugar se abarrotaría enseguida de curiosos y turistas, así que amedia tarde todo el mundo salía de sus facultades para llegar a tiempo de conseguir un sitio decente. Yo salí también del edificio con los demás, pero tomé una dirección distinta. No vería 'La Valikiria' con el resto ese día, y el motivo de mi alegría era otro.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Hay varias formas de olvidar a una persona. Puede hacerse relativamente rápido, o puede hacerse bien. Chèrie trataba de olvidar a Clochard, o eso creía yo entonces, de la mejor manera posible, pero, como en todos los casos conocidos, la prisa le apremiaba. El dolor obliga siempre a correr en cualquier dirección y a toda velocidad. Una serie de inconvenientes poco favorecedores hacían la situación de Chèrie aún peor. En un genial golpe de efecto surrealista, su tía materna, que vivía en Alemania, había sido encarcelada acusada de estafa a gran escala. Al parecer su empresa vendía viajes que no existían. En consecuencia directa el tío de Chèrie, desolado y al borde de la depresión, se presentó a un concurso de poesía – juro que ocurrió así – y ganó con el siguiente haiku: "La jaula abierta, los barrotes floridos, el pájaro muerto".

martes, 4 de agosto de 2009

– Clochard tenía razón desde el principio – decía esa misma tarde de agosto en el Kafka a quien quisiera escuchar – Teníamos que haber evitado entrar en política universitaria. Es un juego del cual conocen todas las reglas. Nosotros somos sólo niños en eso. Quizá deberíamos habernos limitado a ocupar, gritar y quemar.

Pero claro, ahora es tarde y además, a nadie le importa ya la revolución. No les desprecio por ello. Como Hemingway, con el tiempo he aprendido a no desconfiar de todo el que no haya estado en la guerra. De hecho, como él, empezaba a aprender a no confiar en NADIE. Y ese es un juego difícil, y muy peligroso.