domingo, 22 de noviembre de 2009

– No termino de comprender el mito capitalista del hombre que se hace a sí mismo. Es decir, si eres un tipo que se ha criado en un ambiente familiar humilde y acabas siendo un político, un escritor o un físico nuclear de prestigio, algo falla. ¿De dónde sacaban los libros toda esa gente brillante cuando eran jóvenes adolescentes ansiosos de conocimientos? Yo nunca tuve dinero para libros y de hecho, sigo sin tenerlo. El poco dinero que tengo me lo gasto en café para mantenerme despierto en la facultad y no convertirme en un zombi.

– La universidad sirve para aburrir, chico, ya lo sabes. Y quizá no sea tan malo eso de estar aburrido.

– Como me cites a Heidegger te tiro Ser y tiempo a la cabeza.

– Desde que descubriste a Adorno estás insoportable, che. ¿Queda vino en esa botella que llevas?

– Toma. Y mira que catedral tan bella de repente. Se diría que le han levantado todos los cimientos desde la raíz.

– ¡Qué símbolo majestuoso!

– De la decadencia de occidente, me imagino.

– Claro, hombre, o de la filosofía kantiana. Antes no me has dicho que opinas de aquello de Adorno.

– ¿El qué de Adorno?

– Aquello que dijo Adorno en clase de que después de Auschwitz no se puede ser neutral.

– Pues que está obsoleto. Yo le diría a Adorno que después de la conversión de Auschwitz en producto audiovisual plastificado lo imposible es no ser neutral. Lo tenemos hasta en la sopa y al final uno se acostumbra a todo.

domingo, 18 de octubre de 2009

Las noches en la Facultad Ocupada de Filosofía distaban mucho de ser divertidas. A menudo lo eran, ciertamente, pero sobretodo porque venía gente de visita o en días festivos y traían con ellos bebida, algarabía y ganas de vivir. El resto de las noches, que eran la mayoría, dormíamos en la Facultad solamente Clochard y yo, y como Clochard desaparecía después de la cena y volvía para dormir de madrugada (durmiendo después hasta mediodía, rutina que siguió fielmente todos y cada uno de los días que vivió en la Facultad), yo me quedaba sólo por las noche en un enorme edificio originalmente pensando como aulario que habíamos rehabilitado para darle funciones de hostal, cuartel general y puntualmente, centro de ocio. Había, sin embargo, un abanico bastante aceptable de acciones que uno podía llevar a cabo en la solitaria noche universitaria. Pasear por los jardines con los pies descalzos, visitar otras facultades ocupadas, subir a la terraza para tener una bonita perspectiva del campus, estudiar, escribir, leer o cantar canciones a viva voz sin miedo a ser molestado o molestar a nadie y explorar. Podías explorar a voluntad, porque todas las alarmas estaban desactivadas. De hecho uno podía hacer lo que quisiera sin miedo a ser molestado. Estar solo de noche en una Facultad desierta significaba, entre otras cosas, tener a tu entera disposición un edificio de siete pisos, un ordenador con conexión a internet, dos sofás, una máquina de café y otra de aperitivos dulces, un sótano, una terraza, dos hornillos eléctricos a gas, un jardín permanentemente cubierto de rocío y veinticuatro cuartos de baño que eran limpiados cada mañana, además de electricidad gratuita e virtualmente ilimitada. En definitiva, un palacio. Pero un palacio vacío y aburrido. En los últimos meses de la Revolución, ni siquiera venía gente a cenar, ni a las asambleas. Bourgeoise venía a verme a veces y se quedaba a dormir en mi cama del quinto piso, y esos días nos levantábamos puntualmente a las ocho de la mañana, pues ella tenía que aprender toda la ciencia médica en sólo cinco años y el tiempo apremiaba. Yo, que sólo tenía que aprender el sumatorio de todos los pensamientos relevantes acaecidos en occidente desde el siglo cuarto antes de cristo, podía permitirme el lujo de levantarme a las once o las doce.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Gaviotas, anuncian lluvia, nos abrazamos de puro frío en el césped relleno de pequeñitos que muerden, césped recién cortado que pincha como mejilla afeitada un domingo por la tarde cualquiera cuando decido que ya me cansado de esperar que agonice la tristeza. Chèrie lanza piedras a los pájaros, aunque no con intención de darles, me asegura, y yo me fío porque no la veo capaz de hacer daño a un pájaro, por muchas enfermedades que trasmita. No son pájaros cualquiera, son gaviotas, y si vienen desde el mar, es porque vienen con la lluvia, o son la lluvia, o se la llevan de nuevo al mar, no-no-es-cierto, si-lo-es, y entonces llueve para confirmar mis palabras (cuando lo cierto es que no-no-es-cierto), y está frío, caen enormes goterones, nos mojamos, pero casi no me importa, y no me he dado cuenta pero, Chèrie está llorando en algún lugar de mí. La abrazo más fuerte porque el viento arrecia y, caen, las, gotas, tan, heladas, pesan, frías, duras, rotas, te han hecho más daño del que quieres puedes debes efectivamente mostrar aunque jamás lo reconozcas, dices lo que no se puede decir, dios, ¡cómo me estás gritando lo que no se puede decir!, y antes de subir al metro, me besas, fugaz, y apenas siento el calor humano de tu boca y ya es de nuevo en mis labios gotas frío tan, heladas, rotas, pero yo suspiro ajeno a todo y conmigo ha suspirado el mundo entero.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Soñaba con escribir una novela (quizá algo como 'Insomnio, terrorismo, filosofía, desengaños, traición, sexo y revoluciones. Todo se conjuga en la genial ópera prima del joven Maurice Prochain', etc. Algo de ese estilo).

miércoles, 2 de septiembre de 2009

– Llegó un día en que yo realmente me convencí de que el ser humano occidental estaba preparado para querer con la misma intensidad a varias personas al mismo tiempo, y empecé a pensar incluso que el amor no era ya unidireccional, y que alguien podía estar enamorado por igual de más de una persona. Pensaba estas tonterías sinceramente y necesitaba que me dieran un bofetón para bajarme a la cruda realidad. Entonces llegó Bourgeoise y me recordó que cuando uno se enamora de verdad – signifique lo que signifique eso, tú ya me entiendes – no existe posibilidad de querer a otra persona cualquiera de la misma manera, con la misma intensidad, por mucho que uno quiera empeñarse, por desgracia. Aunque quizá esto sólo sucede cuando uno tiene veinte años, ¡qué sé yo!

– ¡Malditos seas, Prochain! – oigo que gritan desde algún lugar de la cafetería – ¡Deja de hablar de Bourgeoise, estamos hartos!

Yo entendía que estuvieran cansados, que estuvieran aburridos hasta la náusea de mis diatribas y mis quejas lastimeras durante meses en la misma mesa del café Kafka con un café bautizado con coñac delante y leyendo el periódico con interés, pero me importaba un carajo lo que tuvieran que decir los de las demás mesas sobre el asunto, joder. Eché un vistazo rápido al local desde mi rincón y vi que los que me mandaban callar eran de la Facultad de Derecho. Era lo que me faltaba.

– Callaos vosotros, grandísimos hijos de puta, siempre taladrando mi cabeza con vuestras estupideces y no podéis aguantar que hable un rato de mis problemas, ¡al carajo, MALNACIDOS!

Las cosas no solían ir así de mal antes. Yo estaba mucho más relajado, dormía por las noches, hacía las cosas que hace un chico sano normal. Bueno, me mantenía en los límites de la cordura y eso es más de lo que legítimamente se puede exigir a alguien que viva en este siglo. Y por supuesto que el Café Kafka no era un hervidero de furias mal curadas, como ahora. Todo por culpa de la Revolución. Esa maldita rebelión estudiantil de tres al cuarto que yo había amado intensamente durante las largas solitarias noches de todo un invierno y toda una primavera, peleando por los que ahora me exigían responsabilidades y me hacían reproches. Hasta había cabrones que me querían denunciar, a estas alturas. Cómo Al Capone, Clochard y yo eramos mafiosos culpables de docenas de asesinatos que íbamos a acabar en la cárcel por evasión de impuestos.

viernes, 28 de agosto de 2009

En la Facultad sólo se hablaba del gran acontecimiento del día: en un alarde de generosidad para con las clases bajas sin precendentes, a algún funcionario de vaya usted a saber qué órgano malsano de qué ministerio corrupto del gobierno se le había ocurrido la feliz idea de proyectar 'La Valkiria' de Wagner en unas enormes pantallas instaladas para tal efecto en plena vía pública. La obra se iba a representar en el palacio de la ópera, para la satisfacción de empresarios pudientes, aristócratas y políticos locales, que parecían haber acogido el asunto de la ópera como una novedad graciosa que contar después a las amistades. Mientras nosotros, pueblo llano y por más señas, estudiantes universitarios sin blanca ni oficio, nos habíamos encontrado de pronto con la posibilidad de asistir a una representación operística en riguroso directo, aunque fuera en una plaza atestada de ruidosas palomas. Previsiblemente el lugar se abarrotaría enseguida de curiosos y turistas, así que amedia tarde todo el mundo salía de sus facultades para llegar a tiempo de conseguir un sitio decente. Yo salí también del edificio con los demás, pero tomé una dirección distinta. No vería 'La Valikiria' con el resto ese día, y el motivo de mi alegría era otro.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Hay varias formas de olvidar a una persona. Puede hacerse relativamente rápido, o puede hacerse bien. Chèrie trataba de olvidar a Clochard, o eso creía yo entonces, de la mejor manera posible, pero, como en todos los casos conocidos, la prisa le apremiaba. El dolor obliga siempre a correr en cualquier dirección y a toda velocidad. Una serie de inconvenientes poco favorecedores hacían la situación de Chèrie aún peor. En un genial golpe de efecto surrealista, su tía materna, que vivía en Alemania, había sido encarcelada acusada de estafa a gran escala. Al parecer su empresa vendía viajes que no existían. En consecuencia directa el tío de Chèrie, desolado y al borde de la depresión, se presentó a un concurso de poesía – juro que ocurrió así – y ganó con el siguiente haiku: "La jaula abierta, los barrotes floridos, el pájaro muerto".

martes, 4 de agosto de 2009

– Clochard tenía razón desde el principio – decía esa misma tarde de agosto en el Kafka a quien quisiera escuchar – Teníamos que haber evitado entrar en política universitaria. Es un juego del cual conocen todas las reglas. Nosotros somos sólo niños en eso. Quizá deberíamos habernos limitado a ocupar, gritar y quemar.

Pero claro, ahora es tarde y además, a nadie le importa ya la revolución. No les desprecio por ello. Como Hemingway, con el tiempo he aprendido a no desconfiar de todo el que no haya estado en la guerra. De hecho, como él, empezaba a aprender a no confiar en NADIE. Y ese es un juego difícil, y muy peligroso.

jueves, 9 de julio de 2009

9/7/09 ¿He eligido yo esta enfermedad? Creía que si. Es curioso.

miércoles, 8 de julio de 2009

8/7/09 Apenas si puedo soportar la existencia, aún con la lluvia. Me pregunto que será de mí mañana. ¿Se siente todo el mundo así en el fondo? Ciertamente admiro la voluntad de los que logran sobreponerse.

martes, 7 de julio de 2009

[28] ¡Ese cinismo nauseabundo! ¡Ah, el horror!

domingo, 28 de junio de 2009

Restos materiales de la caida del imperio: un poema, una postal, una sonata.

Tres experiencias que Prochain echaba de menos, en ningún orden en particular: a) el placer estético producto de tener una mujer desnuda entre los brazos, b) tener un motivo agradable para levantarse por las mañanas, c) el mar.

domingo, 21 de junio de 2009

¿Y qué es la angustia sino encontrarse con un límite y descubrirse incapaz de trascenderlo?

sábado, 20 de junio de 2009

Tractatus 6.4321 Todos los hechos constituyen parte del problema, no de la solución.

viernes, 19 de junio de 2009

De-finir a Prochain, de-limitarlo, es sencillo; de él diría lo que William James diría de Wittgenstein: que es una alma enferma de melancolía, un Tolstoi con tendencia a la extrema emotividad, un santurrón afectado de la Sorge de Goethe, un monstruo de vanidad que necesita por encima de todas las cosas a Dios. Y que además, disfruta con ello.

El comunismo es una escalera (joven Marx)

viernes, 12 de junio de 2009

Tractatus 6.41: El sentido el mundo tiene que residir fuera de él. En el mundo todo es como es y todo sucede como sucede; en él no hay valor alguno, y si lo hubiera carecería de valor.

miércoles, 10 de junio de 2009

¡Pobre venganza sería
reducir tu belleza
a tres tristes versos!

miércoles, 3 de junio de 2009

El ruido de fondo de la vida de los hombres es el sordo rumor de la tragedia absurda.