– No termino de comprender el mito capitalista del hombre que se hace a sí mismo. Es decir, si eres un tipo que se ha criado en un ambiente familiar humilde y acabas siendo un político, un escritor o un físico nuclear de prestigio, algo falla. ¿De dónde sacaban los libros toda esa gente brillante cuando eran jóvenes adolescentes ansiosos de conocimientos? Yo nunca tuve dinero para libros y de hecho, sigo sin tenerlo. El poco dinero que tengo me lo gasto en café para mantenerme despierto en la facultad y no convertirme en un zombi.
– La universidad sirve para aburrir, chico, ya lo sabes. Y quizá no sea tan malo eso de estar aburrido.
– Como me cites a Heidegger te tiro Ser y tiempo a la cabeza.
– Desde que descubriste a Adorno estás insoportable, che. ¿Queda vino en esa botella que llevas?
– Toma. Y mira que catedral tan bella de repente. Se diría que le han levantado todos los cimientos desde la raíz.
– ¡Qué símbolo majestuoso!
– De la decadencia de occidente, me imagino.
– Claro, hombre, o de la filosofía kantiana. Antes no me has dicho que opinas de aquello de Adorno.
– ¿El qué de Adorno?
– Aquello que dijo Adorno en clase de que después de Auschwitz no se puede ser neutral.
– Pues que está obsoleto. Yo le diría a Adorno que después de la conversión de Auschwitz en producto audiovisual plastificado lo imposible es no ser neutral. Lo tenemos hasta en la sopa y al final uno se acostumbra a todo.
domingo, 22 de noviembre de 2009
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14:30
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