viernes, 28 de agosto de 2009

En la Facultad sólo se hablaba del gran acontecimiento del día: en un alarde de generosidad para con las clases bajas sin precendentes, a algún funcionario de vaya usted a saber qué órgano malsano de qué ministerio corrupto del gobierno se le había ocurrido la feliz idea de proyectar 'La Valkiria' de Wagner en unas enormes pantallas instaladas para tal efecto en plena vía pública. La obra se iba a representar en el palacio de la ópera, para la satisfacción de empresarios pudientes, aristócratas y políticos locales, que parecían haber acogido el asunto de la ópera como una novedad graciosa que contar después a las amistades. Mientras nosotros, pueblo llano y por más señas, estudiantes universitarios sin blanca ni oficio, nos habíamos encontrado de pronto con la posibilidad de asistir a una representación operística en riguroso directo, aunque fuera en una plaza atestada de ruidosas palomas. Previsiblemente el lugar se abarrotaría enseguida de curiosos y turistas, así que amedia tarde todo el mundo salía de sus facultades para llegar a tiempo de conseguir un sitio decente. Yo salí también del edificio con los demás, pero tomé una dirección distinta. No vería 'La Valikiria' con el resto ese día, y el motivo de mi alegría era otro.

1 comentario:

nadie dijo...

Y a dónde fuiste¿?