domingo, 27 de septiembre de 2009

Gaviotas, anuncian lluvia, nos abrazamos de puro frío en el césped relleno de pequeñitos que muerden, césped recién cortado que pincha como mejilla afeitada un domingo por la tarde cualquiera cuando decido que ya me cansado de esperar que agonice la tristeza. Chèrie lanza piedras a los pájaros, aunque no con intención de darles, me asegura, y yo me fío porque no la veo capaz de hacer daño a un pájaro, por muchas enfermedades que trasmita. No son pájaros cualquiera, son gaviotas, y si vienen desde el mar, es porque vienen con la lluvia, o son la lluvia, o se la llevan de nuevo al mar, no-no-es-cierto, si-lo-es, y entonces llueve para confirmar mis palabras (cuando lo cierto es que no-no-es-cierto), y está frío, caen enormes goterones, nos mojamos, pero casi no me importa, y no me he dado cuenta pero, Chèrie está llorando en algún lugar de mí. La abrazo más fuerte porque el viento arrecia y, caen, las, gotas, tan, heladas, pesan, frías, duras, rotas, te han hecho más daño del que quieres puedes debes efectivamente mostrar aunque jamás lo reconozcas, dices lo que no se puede decir, dios, ¡cómo me estás gritando lo que no se puede decir!, y antes de subir al metro, me besas, fugaz, y apenas siento el calor humano de tu boca y ya es de nuevo en mis labios gotas frío tan, heladas, rotas, pero yo suspiro ajeno a todo y conmigo ha suspirado el mundo entero.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Soñaba con escribir una novela (quizá algo como 'Insomnio, terrorismo, filosofía, desengaños, traición, sexo y revoluciones. Todo se conjuga en la genial ópera prima del joven Maurice Prochain', etc. Algo de ese estilo).

miércoles, 2 de septiembre de 2009

– Llegó un día en que yo realmente me convencí de que el ser humano occidental estaba preparado para querer con la misma intensidad a varias personas al mismo tiempo, y empecé a pensar incluso que el amor no era ya unidireccional, y que alguien podía estar enamorado por igual de más de una persona. Pensaba estas tonterías sinceramente y necesitaba que me dieran un bofetón para bajarme a la cruda realidad. Entonces llegó Bourgeoise y me recordó que cuando uno se enamora de verdad – signifique lo que signifique eso, tú ya me entiendes – no existe posibilidad de querer a otra persona cualquiera de la misma manera, con la misma intensidad, por mucho que uno quiera empeñarse, por desgracia. Aunque quizá esto sólo sucede cuando uno tiene veinte años, ¡qué sé yo!

– ¡Malditos seas, Prochain! – oigo que gritan desde algún lugar de la cafetería – ¡Deja de hablar de Bourgeoise, estamos hartos!

Yo entendía que estuvieran cansados, que estuvieran aburridos hasta la náusea de mis diatribas y mis quejas lastimeras durante meses en la misma mesa del café Kafka con un café bautizado con coñac delante y leyendo el periódico con interés, pero me importaba un carajo lo que tuvieran que decir los de las demás mesas sobre el asunto, joder. Eché un vistazo rápido al local desde mi rincón y vi que los que me mandaban callar eran de la Facultad de Derecho. Era lo que me faltaba.

– Callaos vosotros, grandísimos hijos de puta, siempre taladrando mi cabeza con vuestras estupideces y no podéis aguantar que hable un rato de mis problemas, ¡al carajo, MALNACIDOS!

Las cosas no solían ir así de mal antes. Yo estaba mucho más relajado, dormía por las noches, hacía las cosas que hace un chico sano normal. Bueno, me mantenía en los límites de la cordura y eso es más de lo que legítimamente se puede exigir a alguien que viva en este siglo. Y por supuesto que el Café Kafka no era un hervidero de furias mal curadas, como ahora. Todo por culpa de la Revolución. Esa maldita rebelión estudiantil de tres al cuarto que yo había amado intensamente durante las largas solitarias noches de todo un invierno y toda una primavera, peleando por los que ahora me exigían responsabilidades y me hacían reproches. Hasta había cabrones que me querían denunciar, a estas alturas. Cómo Al Capone, Clochard y yo eramos mafiosos culpables de docenas de asesinatos que íbamos a acabar en la cárcel por evasión de impuestos.