domingo, 8 de febrero de 2009

Y más tarde se abre por fin la Plaza de la Virgen, colmada de efervescencia subterránea como siempre, y de restos tirados por doquier de acontecimientos y umbrales, del burbujeante alto mando de la revuelta que va de acá para allá sin detenerse, y parece fluir en paralelo como un déjà vu andante; llena a rebosar de la interminable historia ambulante de la locura, de viejos amigos que elaboran planes alados para contrarrestar las fuerzas de poder de la aristocracia terrateniente, y de un océano aun mayor que todo de violencia, promiscuidad, orgullo y nada. Y allí está sobretodo la suavidad del beso, y echamos a andar hasta el puente, lidiando con los borrachos de siempre, y la detengo en seco dejándola quieta a merced del viento un segundo, y qué frío, esperando a que mi lengua se suelte, pero permanece trabada, y llevo todo el día tratando de reprimir el impulso autocondicionado del morderse-la-lengua sin éxito.

viernes, 6 de febrero de 2009

Quizá el problema de Bourgeoise eran los recuerdos. El de Prochain los futuros, y nadie se preocupaba por los presentes. Cuando estaban juntos, no obstante, la una olvidaba los pasados y el otro descuidaba los futuros, pero los presentes no aparecían por ninguna parte. Podría decirse que tomaban la forma de gatos y se escabullían entre los arbustos de la ribera del río, se disimulaban sus sombras en las esquinas de las calles alquitranadas del barrio viejo, o que devenían brisa y azotaban miradas, o que fluían por las aceras en forma de luz titilante de farola; podría decirse y sería en parte cierto. En parte.

domingo, 1 de febrero de 2009

- Pues sólo faltaría que me expulsaran de la universidad por, ¿cómo dice el comunicado?, por "insultos de diversos tipos a los miembros el Consejo de Gobierno y sus familiares". ¡Ja, valiente dislate! – se lamentaba amargamente Prochian en el Kafka, tras pedir su café con coñac de las tardes frías y mirando distraído su propio retrato en la pared del local. – Pero no me dirás que la incertidumbre no resulta cuanto menos sugestiva, ¿verdad? – reía Clochard sinceramente, despreocupado, y a mi la verdad es que me daba igual la caza de brujas. Sólo me importaba la raíz de todo el disparate subyacente y sus consecuencias para mi mañana.